sábado, 22 de febrero de 2014

Imagináte, negra





Bueno, negra, te escribo para avisarte que llegué bien, como te prometí, y pa contarte un par de cositas. Imagináte pues que ayer me entregaron el camión como a las doce de la noche. Arranqué y estaba muerto de sueño porque todos estos días me he quedado hasta tarde con vos y al otro día me hacen madrugar en la empresa. Entonces iba por los lados de La Estrella, despuesito del cementerio, y una vieja me hace una seña para que la llevara. Pensé que muy bueno, porque tendría con quién hablar y no quedarme dormido, pero si vieras, negra, que la vieja se subió y estaba vestida de novia, como si se fuera a casar, pues.
            Estaba desarreglada, pálida, como si le hubieran chupado el color. Le pregunté que qué le pasó, pero no hablaba. Se recostó en el asiento y se quedó quietecita… como borracha… y yo la miraba y la miraba… ¡Es que era más rara, negra! Tenía el vestido roto, untado de rastrojo, olía como a huevo podrido… y no hablaba, no se movía, no respiraba; y yo con esas ganas de saber lo que le había pasado.
            Ya me estaba dando susto, porque pasamos Minas y seguía igualita, pero casi se me para el mango cuando pasamos al lado de un choque el verraco en Santa Bárbara y voltea la cara y se me queda mirando, como una loca. Yo la miré y vi que estaba sonriendo, pero como muerta de la ira… o de quién sabe qué. Y me pregunta que qué le hice a mi mujer. Le dije que no tenía, que era soltero y agarró el timón durísimo. A mí me dio miedo, porque sonaba como a amenaza de muerte, y yo le dije que no, que en serio, que sí tenía a una negra… o más bien que ella me tenía a mí, porque tenía marido y yo era los cachos… y qué pena, negra, pero me tocó contarle porque pensé que me iba a matar ahí con esos ojos de diablo. Le dije que no te habías querido volar conmigo… ¡y se emperra a llorar esa vieja! Me grita que todos son iguales, que todas son iguales, que tienen que pagar, que los va a matar a todos, y todo eso, y yo no sabía dónde meterme. Lo único que me salió fue decirle que yo no tenía la culpa y ella que no, que yo era un pobre pendejo, igualito a ella. Me dio una cachetada que casi me tira del camión y me dijo que despertara de una vez. Abrí los ojos y frené en seco: casi me voy por un volao. Imagináte.
            Llegué como a las ocho de la mañana a Cali y no he pegado el ojo en todo el día. La otra cosita, negra, es que te voy a dejar. Me gustás mucho y todo eso, pero como que ya me dieron ganas de estar solo. Pero cualquier cosita, a la orden, pues.

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