Bueno, negra, te escribo para avisarte
que llegué bien, como te prometí, y pa contarte un par de cositas. Imagináte
pues que ayer me entregaron el camión como a las doce de la noche. Arranqué y
estaba muerto de sueño porque todos estos días me he quedado hasta tarde con
vos y al otro día me hacen madrugar en la empresa. Entonces iba por los lados
de La Estrella, despuesito del cementerio, y una vieja me hace una seña para
que la llevara. Pensé que muy bueno, porque tendría con quién hablar y no
quedarme dormido, pero si vieras, negra, que la vieja se subió y estaba vestida
de novia, como si se fuera a casar, pues.
Estaba desarreglada, pálida, como si
le hubieran chupado el color. Le pregunté que qué le pasó, pero no hablaba. Se
recostó en el asiento y se quedó quietecita… como borracha… y yo la miraba y la
miraba… ¡Es que era más rara, negra! Tenía el vestido roto, untado de rastrojo,
olía como a huevo podrido… y no hablaba, no se movía, no respiraba; y yo con esas
ganas de saber lo que le había pasado.
Ya me estaba dando susto, porque
pasamos Minas y seguía igualita, pero casi se me para el mango cuando pasamos
al lado de un choque el verraco en Santa Bárbara y voltea la cara y se me queda
mirando, como una loca. Yo la miré y vi que estaba sonriendo, pero como muerta
de la ira… o de quién sabe qué. Y me pregunta que qué le hice a mi mujer. Le
dije que no tenía, que era soltero y agarró el timón durísimo. A mí me dio
miedo, porque sonaba como a amenaza de muerte, y yo le dije que no, que en
serio, que sí tenía a una negra… o más bien que ella me tenía a mí, porque
tenía marido y yo era los cachos… y qué pena, negra, pero me tocó contarle
porque pensé que me iba a matar ahí con esos ojos de diablo. Le dije que no te
habías querido volar conmigo… ¡y se emperra a llorar esa vieja! Me grita que
todos son iguales, que todas son iguales, que tienen que pagar, que los va a
matar a todos, y todo eso, y yo no sabía dónde meterme. Lo único que me salió
fue decirle que yo no tenía la culpa y ella que no, que yo era un pobre
pendejo, igualito a ella. Me dio una cachetada que casi me tira del camión y me
dijo que despertara de una vez. Abrí los ojos y frené en seco: casi me voy por
un volao. Imagináte.
Llegué como a las ocho de la mañana
a Cali y no he pegado el ojo en todo el día. La otra cosita, negra, es que te
voy a dejar. Me gustás mucho y todo eso, pero como que ya me dieron ganas de
estar solo. Pero cualquier cosita, a la orden, pues.
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