jueves, 24 de septiembre de 2009

La trampa

Foto: "Waiting", por Nuavar (http://nuavar.deviantart.com)


"Los humanos viven de esperanzas".
Shakespeare

1.

Los ojos en el horizonte, y nada. Ella mira una y otra vez, como si mirar sirviera para algo. Le echa un vistazo al reloj. Se fuma un cigarrillo, da la vuelta, camina, se vuelve rápido hacia el horizonte. Apaga el cigarrillo, se sienta.

Nunca se había dado cuenta de que las nubes parecen olas de mar detenidas, que sus colores son bellísimos, que le encantaría tocarlas, probarlas, revolverlas con las manos... vuelve y mira al horizonte, y nada.

Patea una piedrita hacia la orilla, enciende otro cigarrillo, mira el reloj, como si ver qué hora es sirviera para algo. Cambia el carrizo, se levanta, se pasa los dedos por el pelo, se estira la cara con las manos, como si se estuviera sacudiendo un peso tremendo... y nada.

El viento pasa acariciándola, es tibio y huele a sal. Rastrilla sutilmente las arenas blancas, formando montañitas suaves. Ella enciende otro cigarrillo, le da pocas pitadas, lo apaga con asco. Lo mira entre sus dedos, aplastado y retorcido. Lo tira lejos. Vuelve su mirada al horizonte, hacia un lado, hacia el otro, nada. Se sienta otra vez, lentamente y suspira. Frunce las cejas, el puño al mentón, se incorpora en un segundo, da media vuelta, se detiene y se sienta. Mira el reloj y hace cuentas con los dedos. Gira el cuerpo otra vez hacia el infinito. Escarba con los ojos en el horizonte. Nada.

Un perro camina tímidamente por la orilla. Huele los restos de un pescado enredado entre las algas muertas de la arena. Lo ignora.

La espuma le hace cosquillitas cuando llega hasta sus pies. Le gusta la sensación de hundirse en el suelo húmedo, cuando la marea retrocede para tomar impulso y volver a mojarla. Los rayos oblicuos del sol proyectan sombras largas y ténues. El juego de luces amarillas la llama sin gritar. Ella empieza a obedecer al hechizo, a escuchar el sonido de las olas, a ver cangrejos y la gente que pasa, que ni siquiera había notado... poco a poco se convierte en parte del paisaje... se apoya con los brazos hacia atrás, mira a un lado y está él.


2.

(...)


3.

Vuelve a mirar el horizonte. Se sienta en el mismo lugar. Está colorada, los párpados hichados, se suena la nariz. Hay más algas sobre la arena. El perrito sigue ahí, husmeando. Vomita los restos del pescado.

Ella suspira, proyecta lejos su mirada. Saca un cigarrillo, se lo fuma entero, se huele las manos, lo tira. Vuelve a mirar. Nada.

Se seca las mejillas, como si esto la aliviara. Mira hacia los lados, hacia el frente, hacia atrás. Nada. Mira el reloj. Nada. Escucha una voz. Es él, la está llamando. Ella se esconde entre la gente hasta que se va. Entonces vuelve su mirada al horizonte y sigue esperando, cigarrillo en mano, como si algo fuera a suceder... y nada. Nota que el perro está lamiendo su propio vómito y le causa un asco tremendo. Le da una pitada carrasposa al cigarrillo, lo tira a un lado y se empieza a ir, como si pudiera liberarse de la trampa. Se detiene. Gira lentamente hacia el horizonte moribundo, se vuelve a sentar y suspira derrotada.


Josef Karolys,
2008

1 comentario:

  1. Vi a la mujer, vi el horizonte. Hacerme ver las cosas es cosa que agradezco. He visto imágenes parecidas en otras partes (El túnel de Sábato por ejemplo). Pero nunca la mujer fumaba y nunca un perro le ponía ese toque de sordidez a la poesía.

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