domingo, 26 de noviembre de 2006

"Amor de primavera", Edwin Mallea


"El mayor dolor fue siempre y siempre lo será, el que el amor no pueda ser entregado a quién se ama."


En donde había empezado el final de sus días, aquel hombre encontró la verdadera y suprema razón de su existír. Ya no quedaban más recuerdos que la sola necesidad de querer vivir de nuevo, de querer volver a pisar tierra firme del presente, presente del que lo alejó la contrariedad irrazonable de la vida; el nuevo presente tan irreal de como cuando descubrió un nuevo temor a vivirlo. Una tarde que se repetía sin sentido cada día, entregado a su íntima vocación de rememorar sus días antaños de gloria, apareció frente a él la imagen que habría de ser la única imagen que evocaría hasta el final del último latido de su tan cicatrizado corazón, la imagen tan real de la persona más irreal y prohibida para él, que quizá perduraría en el mismo polvo de sus huesos hasta más allá de la muerte. La niña convertida en mujer y convertida en su amor, la que ni remotamente por una eternidad antes de conocerla habría sospechado él de que élla sería algo más que la vida misma, y de que el cielo nunca más sería sólo del color azul que se vé, y que ya las nubes no estarían más solas habitando el firmamento. Que ir descubriéndola en sus maneras y en sus formas, íban socavando las más grandes fortificaciones levantadas contra quienes aportaron desastres en su corazón, como si fuera sabia en el arte de cultivar la tierra, élla cultivo vida en la vida de él, y él compartió su vida con élla.


Edwin Mallea, 2006

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